jueves, 16 de abril de 2015

¡Con las manos en la masa!

Uuuueeee!!! Estamos muy emocionados de empezar esta nueva sección. Hoy os contamos la historia que nos ha enviado un chico para empezar nuestra sección tierra trágame. 
Estad atentos porque puede que a más de uno os haya pasado.


Si no recuerdo mal, era viernes y mi chica y yo llevábamos saliendo varios meses. Llevábamos unas semanitas en que casi cada encuentro los dos acabábamos más calientes que una mona en celo, así que llevábamos planeando ese día desde hacía un tiempecillo. Como casi nunca teníamos la casa libre ni teníamos coche por aquél entonces (éramos menores), todos nuestros encuentros más subiditos de tono duraban menos que las pilas alcalinas. ¿Cuál era el verdadero problema? Pues veréis, nos veíamos preparados para dar el siguiente paso, el gran y temido paso, ya que pensábamos que el otro era la pareja “ideal”, con la que querías “estrenarte”, además de que los preliminares nos los sabíamos de cabo a rabo. Era la primera vez de ambos y queríamos que fuese tan especial que lo recordásemos para el resto de nuestras vidas. Así que el plan fue el siguiente. Aquél fin de semana largo, empezando por el viernes por la mañana, sus padres se marchaban, hasta llegar el domingo por la tarde, de balneario a Andorra para celebrar el aniversario de la madre, así que decidimos aprovecharlo al máximo, empezando por el mismo viernes por la mañana. No tardaron una hora cuando mi chica (Llamémosla X) y yo estábamos en el supermercado comprando de todo: comida y bebida para el fin de semana entero, velitas perfumadas, un poco de alcohol para hacer más el cabra (si era posible), y preservativos, como no. Yo ya llevaba la mochila con ropa y demás encima, así que íbamos como si de viaje nos fuéramos. Mi excusa para llevar a casa fue que me iba con mi mejor amigo y unos amigos más de camping, así que hablé previamente con ellos para que me cubrieran “por si las moscas”. Y las moscas se llaman “mi madre”, que no sería la primera vez que me sorprendiera llamando “de extranjis” a las madres de mis amigos para confirmar mi presencia. Bueno, volviendo al tema, para la hora de comer llegamos a casa, nos hicimos un buen plato de pasta, y nos pusimos a ver una peli. A mitad de ésta decidimos ponernos a prepararlo todo, pero otra vez nos quedamos a medias, ya que pillamos la cama de X y nos pusimos a ello. Estuvimos un buen rato jugando con los preliminares, todo muy bonito, y sacamos los preservativos y nos pusimos a ello. Ella nunca había puesto uno, así que decidimos que me lo pusiera ella y, una vez puesto y preparados para dar el gran paso, como no, ¡SONÓ EL TIMBRE! Saltamos los dos como muelles de la cama. Ella se puso una camiseta (la mía) y unas bragas y fue al telefonillo a contestar, mientras que yo, preservativo todavía puesto y con el mástil bien en alza, cogí mis pantalones y mis calzoncillos y, para mi sorpresa, la camiseta de tirantes de X. Sin saber que sucedía al otro lado de la puerta, me quité el preservativo, me puse los calzoncillos, los pantalones y, como no me iba a presentar, delante de quien fuese sin camiseta en pleno día de mayo lluvioso, me puse la camiseta de X de tirantes, más justa y apretada imposible. El panorama ya era de por si ridículo y vergonzoso, pero lo fue más al encontrarme en dichas condiciones a… ¡LOS PADRES DE ELLA!

Hoy por hoy ya no mantengo relación ni con los padres ni con la chica en cuestión pero, aunque hoy por hoy mantengo ese día como una anécdota de lo más graciosa, he de admitir que no le deseo ese momento a nadie. ¡Ah, se me olvidaba! ¿Qué fue lo primero que dije al ver a los padres de X con las maletas, empapados del agua de la lluvia y la cara de X más roja que un tomate? ¡¡TACHÁN!!


Consejo: No cuesta nada esperar y llamar hasta que estáis seguros de que la familia ha llegado a su destino y no pueden volver, que sabemos que cuesta mucho que se quede la casa vacía, no lo desperdiciéis. Además así estaréis más tranquilos para emplearos a fondo.



Y si os a gustado esta sección no lo dudéis y enviadnos vuestras historias de tierra trágame.

Como siempre decimos, ¡Frente al sexo vergüenza cero!

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